Cuando las redadas alcanzan los campos

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Cuando las redadas alcanzan los campos

El Departamento de Trabajo de Estados Unidos advirtió recientemente sobre un posible riesgo de crisis alimentaria ante el incremento de redadas migratorias ordenadas por el gobierno. Lo que parece una declaración técnica encierra una realidad profunda: el sistema alimentario estadounidense depende en gran medida de las manos migrantes.

La alerta surge tras el caso de Owyhee Produce, una empresa agrícola familiar de tercera generación en el estado de Idaho. Después de una redada del ICE, esta granja —dedicada a la producción de cebollas y hortalizas— enfrenta una escasez grave de trabajadores, incluso cuando muchos de sus empleados contaban con visas H-2A o estatus migratorio regular. Su historia refleja lo que ocurre en cientos de campos del país: las políticas migratorias no solo detienen personas, también paralizan economías.

El trabajo invisible que sostiene al país

Se estima que más del 50 % de la fuerza laboral agrícola en EE. UU. es de origen latino y alrededor del 60 % carece de documentos. En los campos de California, Texas, Idaho o Carolina del Norte, las y los trabajadores mexicanos y centroamericanos constituyen el corazón de una industria que alimenta al país y mueve miles de millones de dólares cada año.

Sin embargo, esas mismas manos son las más vulnerables. Cada operativo migratorio siembra miedo: familias que no regresan al trabajo, cultivos que se pierden y comunidades enteras que quedan en silencio. Los productores temen hablar, los empleados se ocultan, y el costo recae finalmente sobre todos: en los supermercados, en los precios y en la estabilidad de la cadena alimentaria.

James O’Neill, representante de la American Business Immigration Coalition, lo resumió con claridad: “Las redadas no solo castigan a los migrantes, castigan al país entero.”

Más allá de la frontera

El debate migratorio en Estados Unidos suele reducirse a cifras, muros o discursos de campaña. Pero en los hechos, la migración no es un tema ajeno a la economía: es su base. Cada deportación de un trabajador agrícola implica una pérdida productiva; cada ausencia deja una hilera sin cosechar.

Para la comunidad mexicana, que aporta una gran parte de la fuerza laboral en el sector agroalimentario, esta situación no es una abstracción. Significa parientes deportados, sueldos interrumpidos, hijos que deben cambiar de escuela, remesas que dejan de llegar.

Desde ALMA reconocemos que esta realidad exige ser contada y comprendida desde otra perspectiva: la de las personas que hacen posible que el sistema alimentario funcione. No se trata de ideología, sino de reconocer que la seguridad alimentaria y la dignidad laboral están entrelazadas.

El costo del silencio

La historia de Owyhee Produce no es un caso aislado. Es una advertencia. Cuando la persecución migratoria se impone sobre el sentido común, el país entero se vuelve más frágil. Porque mientras se cierran puertas, se abren vacíos: en los campos, en las mesas y en las comunidades.

En medio del debate político, conviene recordar algo que rara vez se dice en voz alta: Estados Unidos se alimenta del trabajo migrante. Y cuando esas manos se ausentan, el problema deja de ser migratorio para volverse humano.

Desde ALMA seguiremos visibilizando estas historias que muestran la conexión profunda entre migración, trabajo y dignidad. Porque detrás de cada fruta y cada verdura, hay un nombre, una familia y una historia que también pertenece a este país.

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